¿Por qué la luz se mueve a la velocidad de la
luz?
(Por
Alberto Aparici)
Capítulo 38 de CIENCIA, y además lo entiendo!!!
Seguro
que os parece que ésta es una pregunta un poco tonta.
Y
si Albert Einstein no hubiera descubierto la teoría de la relatividad como lo
hizo, probablemente lo sería. Pero pensad lo siguiente: la relatividad cambió
lo que pensábamos sobre el espacio y el tiempo. Nos descubrió que los relojes
pueden marcar el tiempo a diferentes velocidades, y que las imágenes que vemos
de objetos lejanos pueden aparecer deformadas debido a su movimiento o al campo
gravitatorio. En los capítulos anteriores, sobre la teoría de la relatividad,
se ha dado buena cuenta de muchos de estos efectos, y sabemos que la velocidad
de la luz juega un papel importante en todos ellos: a velocidades bajas, como
las de nuestra vida cotidiana, estos efectos son imperceptibles, pero se van
haciendo más y más patentes cuando el movimiento es muy rápido, cercano a la
velocidad de la luz. La pregunta es ¿por qué la luz? ¿Qué tiene la luz de tan
especial para que tantos fenómenos físicos giren a su alrededor?
Para
entenderlo, primero deberíamos recordar algo: a la luz le da igual lo rápido
que nos movamos, ella siempre se mueve igual. Por extraño que parezca, éste es
un hecho experimental muy bien establecido: la velocidad de la luz en el vacío
es siempre 299.792,458 km/s. Si tuviéramos una nave espacial que pudiera
moverse a 200.000 km/s y tratásemos de “perseguir” a un rayo de luz, veríamos
que la luz huye de nosotros a 299.792,458 km/s. Si aceleráramos con nuestra
nave espacial hasta 299.000 km/s el rayo de luz seguiría alejándose de nosotros
a 299.792,458 km/s. Por desgracia no tenemos la tecnología para hacer estos
experimentos con humanos en naves espaciales, pero sí podemos comprobarlo
utilizando partículas subatómicas, que se mueven a velocidades altísimas, y
mediante algunos dispositivos experimentales verdaderamente ingeniosos.
La
física, desde luego, no se queda de brazos cruzados mientras la luz hace todas
estas cosas extraordinarias: para que todos los observadores vean moverse a la
luz a la misma velocidad las propias leyes del movimiento deben cambiar. Cosas
aparentemente sencillas, como que si vamos en un coche a 50 km/h y el coche de
delante va a 60 km/h nosotros lo veremos alejarse a 10 km/h, sabemos que no son
estrictamente verdad. Son casi verdad
cuando las velocidades son pequeñas, como 50 km/h o 10 km/h, pero dejan de ser
verdad cuando nos acercamos al leviatán de las velocidades: la velocidad de la
luz. Pero de nuevo ¿por qué la naturaleza ha escogido a la luz? ¿Por qué no a
los electrones o a las ballenas o a cualquier otra cosa?
Un
famoso experimento mental de Einstein nos da una pista para responder a esta
pregunta. Einstein se preguntó qué sucedería si pudiésemos movernos a la misma
velocidad que un rayo de luz, si pudiéramos ver a la luz en reposo, congelada
delante de nosotros. A lo largo del siglo XIX se había descubierto que la luz
es una onda electromagnética, un pulso de energía transportado por campos
eléctricos y magnéticos en movimiento. Normalmente la electricidad y el
magnetismo van ligados a cargas eléctricas: allá donde hay un electrón éste
genera un débil campo eléctrico, y si el electrón se pone en movimiento
tendremos, además, un campo magnético. Pero también hay otra manera de producir
estos campos: si un campo eléctrico cambia con el tiempo parte de su energía se
va a emplear en generar un campo magnético; y lo contrario también es verdad:
un campo magnético variable generará inmediatamente un campo eléctrico. Este
fenómeno, por el cual la electricidad genera magnetismo y el magnetismo genera
electricidad, se llama inducción
electromagnética.
Una
onda electromagnética consiste en un campo eléctrico variable que genera por inducción
un campo magnético un poco por delante de él. Este campo magnético también es
variable, y genera a su vez un campo eléctrico un poco por delante. De esta
forma, el campo eléctrico y el magnético se van “turnando” y se mueven por el
espacio como si tiraran el uno del otro, empujándose para dar el siguiente
paso. Normalmente las ondas electromagnéticas tienen su origen en un conjunto
de cargas que se mueven de la forma adecuada –por ejemplo, los electrones que
se mueven dentro de una antena–, pero una vez son liberadas al espacio se
propagan de manera autónoma y ya no necesitan a las cargas porque es la
inducción la que las sostiene. No es la luz el único fenómeno que se podía
explicar mediante ondas electromagnéticas: las ondas de radio, los infrarrojos,
y después también los rayos ultravioleta o los rayos X, son diferentes tipos de
ondas electromagnéticas que se diferencian en que unas transportan más energía
que otras.
Einstein,
pues, se planteó qué sucedería si pudiésemos perseguir a una de estas ondas,
alcanzarla y verla congelada delante de nuestros ojos. La conclusión fue
bastante desagradable: la onda debería desaparecer, volatilizarse en el momento
en que la alcanzáramos. Como el fundamento de la inducción es que los campos
que forman la onda estén cambiando continuamente, si logramos “pararlos” la
inducción también se para y la onda, sencillamente, deja de existir. En física
siempre es mala noticia que las cosas se esfumen, y en este caso la noticia no
tenía ni pies ni cabeza: si Einstein estaba en lo cierto, un observador parado
podría ver una onda electromagnética viajando, por ejemplo, de una antena a
otra entre dos edificios, y transportando información entre ambos lugares. Sin
embargo, el observador que persigue a la onda y logra que desaparezca no vería
nada viajando de un edificio a otro: la información le llegaría al receptor sin
nada que la transporte, como si fuera magia. Einstein concluyó que el segundo
observador no podía existir. La física, fuera como fuese, tenía que ingeniárselas
para que nadie pudiese alcanzar a un rayo de luz o a una onda de radio, o de lo
contrario éstas podrían aparecer y desaparecer como un fantasma, y con ellas la
energía que transportan.
Esta
idea fue la que llevó a Einstein a proponer que tal vez la velocidad de la luz
no se viera afectada por el movimiento del observador. Era una buena manera de
hacer a la luz “inalcanzable”, porque por muy rápido que nos moviéramos el rayo
de luz siempre se estaba alejando de nosotros. En el fondo, el motivo no era
que la luz fuese muy especial, sino que la luz, por su propia naturaleza, tiene
que estar en movimiento o de lo contrario desaparecería. Lo que Einstein
descubrió cuando dijo que la velocidad de la luz es constante es que hay una
especie de “velocidad de las cosas que son solo movimiento”, y que esa
velocidad tenía que ser la misma para todos los observadores en todos los
lugares del universo.
Hay
otra forma de ver este mismo fenómeno. Es archifamosa la fórmula de la
relatividad especial E=mc2, que expresa que la masa es una forma de
energía y que la energía se puede transformar en masa. Es menos conocido que
ésta es una fórmula para objetos en reposo, y su forma completa es E=γmc2, donde γ es el factor de Lorentz, una cantidad que depende de la velocidad del objeto.
El factor de Lorentz vale 1 cuando la velocidad es cero, y se hace más y más
grande, hasta infinito, a medida que la velocidad aumenta. De esta manera la
fórmula nos informa de que un objeto va acumulando más y más energía a medida
que su velocidad aumenta, pero que incluso cuando su velocidad es cero posee
algo de energía: la que está almacenada en su masa.
Esta
fórmula es válida para casi todos los objetos de nuestro universo. La luz, y
las ondas electromagnéticas en general, es uno de los que no cumplen esta relación. La razón es sencilla: la luz no almacena
ninguna energía a velocidad cero. Como Einstein intuyó, si un rayo de luz se
para su energía se volatiliza. Los físicos solemos expresar esto diciendo que
la masa de la luz es cero, mluzc2
= Eluz(v=0) = 0, o lo que es lo mismo: que la luz almacena toda su
energía en forma de movimiento.
No
es la única que lo hace. Como hemos dicho antes, todas las ondas
electromagnéticas comparten esa propiedad: ondas de radio, infrarrojos, rayos
ultravioleta, rayos X, rayos gamma… También se comportan así las ondas gravitacionales, las ondulaciones
en el espacio-tiempo que transportan la gravedad de un lugar a otro. Y se ha
propuesto la existencia de otras partículas que deberían tener masa cero y
moverse a la velocidad de la luz, aunque ninguna de ellas ha sido descubierta,
al menos por ahora.
En
definitiva, ahora podemos dar respuesta a nuestra pregunta: el universo no
tiene ninguna predilección especial por la luz, pero las leyes de la física
reconocen la existencia de una serie de objetos que, por una razón o por otra,
solo pueden existir si están en movimiento. Para esos objetos la física reserva
una velocidad especial, c=299.792,458 km/s, que es la misma en todo el universo
y para todos los observadores y que, además, no puede ser alcanzada por ningún
observador, de forma que estos objetos especiales aparezcan en movimiento a los
ojos de todo el mundo. Nosotros llamamos a esa c “velocidad de la luz”
únicamente porque la luz fue el primero de esos objetos que pudimos observar, y
el que mejor conocíamos en el momento en que la física estuvo madura para
abordar esta cuestión. Pero igualmente podríamos decir que c es “la velocidad
del movimiento absoluto”, y que la relatividad, irónicamente, no deja de ser una
teoría sobre qué le pasa a la física cuando entra en escena un movimiento que
no es relativo, sino absoluto.
Alberto Aparici
Doctor en Física
Instituto de
Física Corpuscular, Universidad de Valencia, Onda Cero
https://www.ondacero.es/programas/la-brujula/equipo/alberto-aparici/
"se planteó qué sucedería si pudiésemos perseguir a una de estas ondas, alcanzarla y verla congelada delante de nuestros ojos. La conclusión fue bastante desagradable: la onda debería desaparecer [...] La física, fuera como fuese, tenía que ingeniárselas para que nadie pudiese alcanzar a un rayo de luz u onda de radio, o de lo contrario podrían aparecer y desaparecer como un fantasma, y con ellas la energía que transportan"
ResponderEliminarParece razonable, pero sin embargo, en un experimento mental similar en el que un observador se mueve con la misma aceleración que la carga que crea el campo eléctromagnético, parece ser que no hay consenso entre los físicos sobre si ése observador detectaría radiación o no. Como en su sistema de referencia la carga no está acelerada, hay quien dice que en ese sistema la carga no radia. Al igual que se argumenta arriba, me parece difícil aceptar que la emisión de energía en forma de radiación exista o no dependiendo del sistema de referencia del observador. Pero hay quien lo sostiene, según tengo entendido.
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ResponderEliminarLa luz va a esa velocidad en el vacío, en el agua es 200.000 km /s. Se Se teoriza que en el vacío absoluto su velocidad sería infinita, pero es ralentizada al chocar con las partículas que aparecen espontáneamente en el espacio vacio
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ResponderEliminarSoy absolutamente profano en estos temas pero después de leer este artículo me viene a la mente lo que siempre se nos ha enseñado de que la luz no es solo o únicamente una radiación sino que su naturaleza es dual, onda y corpúsculo. Entonces en su calidad de corpúsculo.. ¿la luz no tendría que tener masa? ¿no tendría que comportarse también como cualquier otro objeto material y no poder considerarse como "movimiento puro o absoluto? Y en otro orden de cosas ¿Por qué la velocidad de la luz es de 3*10^5 kmps en el vacío es ese valor concreto y no otro? ¿Por qué es esa la velocidad de todos los" entes" de movimiento absoluto en el universo?
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