¿Qué diferencia hay
entre los números ordinarios y los números binarios y cuáles son las ventajas y
limitaciones de cada uno?
(Por Pedro Alegría Ezquerra)
Capítulo 4 de CIENCIA, y además lo entiendo!!!
Uno
de los mayores descubrimientos (¿o podemos llamarlo invento?) de nuestra
cultura es el sistema de numeración decimal. La introducción en el mundo
occidental del sistema posicional en base diez, que terminó por desbancar casi
por completo al sistema de numeración romano, vino de la mano de los árabes,
que a su vez lo importaron de la cultura hindú, quienes ya incluían el cero
antes del siglo VII como una de las diez cifras que nos son tan familiares.
Debemos agradecer a los matemáticos al-Jwarizmi (c. 780-850) y al-Kindi (c.
801-873) la difusión del sistema hindú en el Oriente Medio y en Occidente.
Por cierto, como el cero surgió para
determinar una posición que no estuviera ocupada por ninguna cifra
significativa, no era necesario para contar. Así que no ha habido año cero ni
siglo cero, pero el edificio matemático se desestabilizaría si el cero tuviera
esa labor posicional como único objetivo de su existencia.
La implantación en Europa del nuevo
sistema hindú empezó en Italia gracias a los esfuerzos de Gerbert d’Aurillac
(c. 946-1003), más tarde conocido como el papa Silvestre II, y se extendió en
el resto a través de la Escuela de Toledo, durante el siglo XIII. Para una
eficaz difusión, resultó muy importante la publicación del libro “Liber Abaci” (1202), de Leonardo Pisano
(c. 1170-1250), donde explicaba con detalle el nuevo sistema.
Algunos sistemas de numeración
posicional muy extendidos en otras épocas, como el de base 20 utilizado por los
mayas, han desaparecido. Otros se mantienen de forma residual: en base 12 se
cuentan todavía los huevos, las horas y los meses; en base 60 los minutos y los
segundos. Por ejemplo, cualquier persona culta entiende que 3 centenas, 6
decenas y 5 unidades corresponden al número
365 = 3 x 100 + 6 x 10 + 5 = 3 x 10 x
10 + 6 x 10 + 5
(y
si no es así, conviene que empiece por leer el capítulo 5 de la precuela de
esta obra “100 preguntas básicas sobre
ciencia” de Isaac Asimov). Ahora bien, si nos referimos a 3 horas, 6
minutos y 5 segundos, debemos entender que el número total de segundos es
3 x 60 x 60 + 6 x 60 + 5 = 11165.
¡Acabamos
de convertir el número 365 desde el sistema sexagesimal (en base 60) hasta el
sistema decimal (en base 10)!
Los sistemas de numeración en base 12
y 60 presentan algunas ventajas frente al sistema decimal: una docena de huevos
puede empaquetarse en cartones rectangulares de 12 x 1, 6 x 2 o 4 x 3; sin
embargo, una decena de huevos solo podríamos encontrarla en cartones de 10 x 1
o 5 x 2. En general, cuantos más divisores tenga la base de un sistema de
numeración, más versátil es la factorización de los números. Por esa razón, es
muy cómodo el sistema sexagesimal: resulta que, como 60 = 2 x 2 x 3 x 5, hay
muchas posibles factorizaciones de este número.
Como curiosidad, citaremos a la Dozenal Society of America, corporación
sin fines de lucro fundada en 1944, organizada para
“conducir
la investigación y educación pública en el uso de la base doce como numeración
en cálculos matemáticos, en pesos y medidas, y otras ramas de la ciencia pura y
aplicada.”
¿Por qué se ha impuesto en nuestra
cultura el sistema decimal? No hay duda que nuestra forma de “contar con los
dedos” ha sido la responsable de que el diez sea el elegido como base del
sistema de numeración. Es probable que, si siguiéramos descalzos como los
monos, estaríamos utilizando un sistema en base veinte. Esto conllevaría un
problema significativo: necesitaríamos idear veinte símbolos distintos para
representar las veinte cifras y nos costaría mucho aprender las
correspondientes veinte tablas de multiplicar.
En el otro extremo está el sistema
binario, el de base dos (reservado para extraterrestres que tuvieran dos
dedos): solo tiene dos cifras, digamos 0 y 1. Las tablas de multiplicar son el
sueño de todo estudiante:
0 x 0 = 0; 0 x 1 = 0; 1 x 0 = 0; 1 x 1
= 1.
Los
números expresados en este sistema tienen un pequeño inconveniente: enseguida
se hacen muy grandes. Por ejemplo, el número 365 en base dos se escribe como
101101101. Para comprobarlo, debemos hacer la operación
1 x 28 + 0 x 27
+ 1 x 26 + 1 x 25 + 0 x 24 + 1 x 23
+ 1 x 22 + 0 x 21 + 1 = 365.
En la sociedad que nos rodea, el
sistema binario se está imponiendo a marchas forzadas: todo lo relacionado con
la informática y las telecomunicaciones, sean por cable o no, debe sufrir en
algún momento un proceso de representación en base dos.
¿Por qué es así? Un ordenador no tiene
dedos pero está compuesto por circuitos, pudiendo presentar cada uno de ellos
uno de estos dos posibles estados: encendido (representado en este caso por el
dígito 1) o apagado (representado por el dígito 0). Cualquier mensaje que
queramos transmitir por medio de un ordenador, ya sea numérico o alfabético,
debe primero traducirse a su lenguaje, es decir a una sucesión de dígitos
binarios. En informática, un dígito binario recibe el nombre de bit (acrónimo de binary digit) y es la
unidad de información más pequeña que procesa un ordenador. El nombre bit fue
adoptado en 1948 por Claude Shannon (1916-2001), uno de los pioneros de la
informática pero el mecanismo fundamental de funcionamiento de un ordenador fue
ideado por el considerado padre de la computación Charles Babbage (1791-1871)
en 1812, inspirado en el uso de tarjetas perforadas, por parte de Joseph Marie
Jacquard, para realizar intrincados diseños en sus telares, lo cual supuso una
revolución en la industria textil.
Esta nueva aritmética binaria tiene
relación con otras disciplinas matemáticas: por ejemplo, el álgebra de
proposiciones, ideada por Georges Boole (1815-1864), se basa en el conjunto de
operaciones realizadas con los valores lógicos verdadero y falso, las cuales
son equivalentes a las que se establecen con los dígitos 1 y 0.
El gran desarrollo de la informática
actual se debe a la creciente capacidad de almacenamiento y al aumento de la
velocidad de cálculo. ¿Esto significa que la historia acaba aquí? Ni mucho
menos: el matemático azerbaiyano Lofti Zadeh (n. 1921) introdujo en 1965 la
llamada lógica difusa (o álgebra borrosa), en la que se admiten números
comprendidos entre cero y uno. Del mismo modo que hay más colores que el blanco
y el negro o que puede haber proposiciones que no son completamente verdaderas
o completamente falsas, la lógica difusa permite tender un puente entre la
lógica clásica y el mundo que nos rodea.
¿Quién puede aventurar el futuro de la
computación cuando se dote a los ordenadores de la capacidad de hacer
operaciones con esta nueva aritmética y, en consecuencia, de tomar decisiones
en situaciones más próximas a la realidad?
Pedro Alegría
Ezquerra
Doctor
en Matemáticas
Profesor
titular
Universidad del País
Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
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