jueves, 9 de agosto de 2018

Filosofía: ¿Historia o historia inversa? - Enrique Zuazua

Filosofía: ¿Historia o historia inversa?
(Por Enrique Zuazua)

(Noviembre de 2016)




Si un extraterrestre nos visitara constataría que nuestra civilización ha evolucionado hasta una realidad admirable. La valoración que nuestro “estado del arte” le mereciera, dependería del nivel de evolución alcanzado por su propia civilización, pues todo es relativo, también en materia de progreso. Su percepción estaría condicionada por su capacidad de identificar la vida y de comunicarse en nuestras claves pues, no olvidemos, nuestra concepción de la vida y de la inteligencia está absolutamente condicionada por nuestra propia naturaleza. Ocurriría lo mismo si fuese alguno de nosotros quien visitase otro mundo.

La conocida novela “El planeta de los simios” (famosa también por la película de Charlton Heston (1968) y la posterior saga) del escritor francés Pierre Boulle (1912-2014) narra la situación inversa.  El periodista humano Ulises Mérou, tripulante de la expedición a la estrella Betelgeuse en el año 2500 llega a Soror, uno de los planetas que orbita alrededor de la estrella, controlado por los simios y donde la raza humana vive en estado salvaje. Mérou debe demostrar a los simios que no es un animal, sino un ser inteligente y racional y se dirige así a la simia Doctora Zira:

¿Cómo no se me había ocurrido utilizar este medio tan sencillo? Tratando de recordar mis estudios escolares, tracé sobre el carnet la figura geométrica que ilustra el teorema de Pitágoras. No escogí este tema por casualidad. Recordé que, en mi juventud, había leído un libro sobre empresas del futuro en el que se decía que un sabio había empleado este procedimiento para entrar en contacto con inteligencias de otros mundos. [...]


Fig. 1 Boulle enlaza así con la idea de que las Matemáticas constituyen el lenguaje del universo, tal y como estableció Galileo Galilei (1564-1642). Su necesidad emerge cuando el ser humano se plantea la posible comunicación con el más allá.


Si se tratase de un visitante extraterrestre que llegase a nuestro Planeta Tierra, su percepción cambiaría dependiendo del lugar de aterrizaje. No sería lo mismo hacerlo en un poblado rural del África subsahariana, donde todavía apenas llega el agua corriente o la luz, o en la azotea de uno de los rascacielos más modernos de Nueva York, Shanghái o Dubái. Y es que, en efecto, aunque hablamos con frecuencia de globalización, del estado del bienestar, de progreso, de civilización, al hacerlo, sin darnos cuenta, lo hacemos con referencia al estado social promedio que nuestro cerebro ha construido casi inadvertidamente, más con imágenes, percepciones sensoriales y estereotipos, por costumbre, que con datos cuantitativos contrastados y reflexiones críticas. De ahí que leer, pensar, estudiar, conversar, debatir, escribir, sea útil, con el objeto de aportar al cerebro todos esos detalles, con frecuencia contradictorios, que necesita para refinar su limitada percepción de la realidad y desarrollar la imprescindible capacidad de pensamiento crítico.

Vivimos en un mundo heterogéneo que nos vemos obligados a simplificar en exceso para poder visualizarlo en muchas ocasiones, como por ejemplo en el improbable contexto del encuentro del visitante venido de otro mundo.   Pero, ¿cómo es el mundo en el que aterriza?, ¿con qué tipo de seres humanos se encuentra?, ¿cómo es la naturaleza en el entorno que pisa?

Es muy posible que al imaginar ese tipo de escena no solo estemos condicionados por nuestra propia percepción del entorno y de nuestra sociedad sino también por nuestras lecturas, históricas y fantásticas o, más posiblemente, por las imágenes que memorizamos de vivencias anteriores y también, cómo no, del cine. Sin ir más lejos, el famoso poema de Bernardo Atxaga “37 Mugaz bestalde dudan lagun bakarrari” (“37 Preguntas a mi único contacto al otro lado de la frontera”) recoge algunas de las paradójicas preguntas que podrían plantearse en ese encuentro, llenas de significado en sí mismas, sin respuesta: “Mugaz bestaldean… ¿Arrain abisalek ba ahal dute aurresentipenik eguzkiaz…?” (Al otro lado de la frontera… ¿Los peces abisales tienen presentimientos acerca del sol?) En otro conocido ejemplo, la película “ET” (Steven Spielberg, 1982) hubiese transcurrido de otra manera si, al inicio del guión, el extraterrestre llegado a nuestro planeta no se hubiese encontrado con un niño sensible, cariñoso, curioso y educado, sino con algún energúmeno que lo hubiese cazado para mostrarlo, inerte, como trofeo, en las redes sociales, ahora que ya no se pierde el tiempo en disecar las presas para exhibirlas en el majestuoso salón de casa.

La realidad que nos rodea no es única, en la medida que nuestra percepción de la misma depende de nuestra experiencia, de nuestro espíritu crítico y capacidad de análisis, y todo ello está íntimamente ligado a la educación recibida. Sea cual fuese el punto de llegada y origen de nuestro amigo del otro mundo, con independencia del clima imperante, del ruido, la contaminación y la compañía que le hubiese correspondido en su azaroso arribo, con certeza emprendería un proceso de análisis inverso, para intentar entender no solo el estado real de nuestra civilización sino el cómo hemos llegado hasta aquí, cuáles son sus fundamentos, su estructura, las reglas con las que nuestra gran tela de araña ha sido concebida en un laborioso proceso.

Poco a poco lanzaría un proceso de deconstrucción, con el objeto de entender todas las piezas del mecano que constituyen nuestra civilización actual y sus engranajes, nuestra organización social, la tecnología utilizada… De ese modo iría descubriendo la arquitectura de nuestras ciudades, y nuestras infraestructuras y, en un análisis regresivo, iría viendo cómo eran un siglo atrás, en blanco y negro, menudas, aún sin apenas vehículos de motor, y mucho antes ciudades romanas o egipcias, y antes aún meros poblados de cabañas habitados por aquellos primeros homínidos que consiguieron salir de la caverna. Del análisis del mundo tecnológico que nos rodea, pronto descubriría que éste está basado en la informática y la robótica, nobles herederos de la Revolución Industrial y de las Matemáticas.

Cualquiera de esos caminos inversos recorridos le haría ir descubriendo el frondoso Árbol de la Ciencia, la Física, la Biología, la Química, las Matemáticas, hasta remontarse a aquéllos tiempos antiguos en los que todo el conocimiento se fundía en una única raíz plantada en el fértil tiesto de la insaciable necesidad humana de entender, de la sed del conocimiento,  cuando se emprendió la gran aventura del pensamiento, basado en la creación de modelos cada vez menos contradictorios e imperfectos. Entendej,st﷽﷽﷽﷽﷽﷽ciedadj,st﷽﷽﷽﷽﷽﷽ciedadría también que nuestra sociedad reposa en gran medida en las Ciencias Sociales y las Humanidades, sobre las que hemos construido nuestro sistema económico, político y de justicia. Verserss ﷽﷽﷽﷽c edadía también que la moral, la ética, la política, el derecho y la religión se cruzan, intentando no solo dar estructura a nuestra sociedad, estableciendo límites, reglas y derechos, si no también intentando explicar racionalmente lo imposible: la propia existencia del universo y nuestro papel en él. Y en ese proceso de observación analítica identificaría la gran disciplina de la Filosofía, del latín philosophĭa, y este del griego antiguo φιλοσοφία, «amor por la sabiduría», como estudio de cuestiones fundamentales como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. Ese proceso inverso de deconstrucción, de autopsia de nuestra sociedad, le harserss ﷽﷽﷽﷽c edadía ver también que, desde un perspectiva histórica, se arrancó de la nada para, poco a poco, a lo largo de los milenios, de siglos, llegar hasta donde estamos hoy, errando siempre, pero cada vez errando menos, mejor. Observaría también una sospechosa aceleración en nuestra capacidad de progresar, que corre el riesgo de llevarse por delante la sostenibilidad de nuestra especie sobre un Planeta cada vez más castigado. Constataría, necesariamente, que el nivel de progreso no es en absoluto homogéneo, no solo en términos de riqueza, tecnología, salud o, lo que coloquialmente denominamos “calidad de vida”, sino también de organización social, de derechos, de libertades. No le resultaría difícil establecer conexiones entre el nivel de progreso más visible y el desarrollo intelectual de cada cultura, de cada país o región. Y pronto daría con una de las claves de lo que caracteriza y distingue a nuestra sociedad y que ordena a los países y las regiones en el ranking de las civilizaciones: su sistema educativo.

Llegados a este punto constataría que aquí estamos en una situación razonablemente buena pero alejada aún de los países líderes, de los que guían el destino del mundo y brillan más, ya sea en el ámbito de las nuevas tecnologías o en los Juegos Olímpicos. Comprobaría asimismo que en este ámbito de la educación las opiniones son muy diversas, que los consensos son casi imposibles, aunque se reconozca públicamente su necesidad, que coexisten subsistemas diversos incluso en sistemas de los que se podría esperar más cohesión, armonía y homogeneidad. Es lo que nos ocurre aquí, en Europa. De hecho le sorprender1﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽explicar lo imposible.ía que en las escuelas y en nuestro sistema educativo aún se debata sobre el papel que han de jugar materias tales como Religión, Ética o Filosofía, y que todas ellas sean mezcladas y relegadas a un cajón de asignaturas optativas, minoradas en el que el estudiante y/o sus padres han de elegir. Este hecho le resultaría especialmente paradójico pues, en este proceso de cuidadosa deconstrucción social, habría emergido de manera diáfana de entre los pilares de nuestra civilización, la disciplina de la Filosofía, la síntesis de los nobles esfuerzos polifacéticos humanos por dar un sentido al rol del ser humano en el universo, y estructurar su conveniencia en el planeta, su fin, su destino. Cada materia puede ser contada de muchas maneras, en un orden cronológico o retrospectivo. Eso es sin duda debatible. Pero su necesidad no debería serlo.

Una de las grandes dificultades con la que nos encontramos los profesores es el vernos con frecuencia limitados por unos planes de estudio que nos empujan a presentar los contenidos desde el hoy hacia el ayer, a través del retrovisor, desnaturalizando así nuestras ciencias y su proceso de maduración, haciéndolas por tanto menos comprensibles y asimilables, al carecer de una motivación visible, palpable. Y es cada vez más unánimemente asumido que la perspectiva histórica es indispensable para estimular el interés del alumno y acentuar su capacidad de comprensión y análisis. Y un esfuerzo global por educar en lo que hoy sabemos necesariamente exige pasar por la Filosofía, lugar de encuentro tradicional de todas las ramas del conocimiento. Se puede debatir sobre cuáles han de ser los contenidos, el orden en que han de ser presentados, pero resulta paradójico que hoy tengamos que defender la necesidad de que en la escuela haya que reservar un espacio al pensamiento transversal y unificador que la Filosofía ha supuesto en nuestro desarrollo y devenir, su papel en la formación del espíritu crítico del ciudadano del mañana.

Como matemático he de recordar que la Filosofía y las Matemáticas, disciplinas hermanas, se encuentran en la lógica, la teoría del conocimiento y, en general, la abstracción. Más allá de las tradicionales disciplinas de contenido (ciencias físicas, ciencias de la vida, ciencias sociales) hay un conjunto de herramientas transversales que están presentes en cualquiera de esos dominios y en los que es imprescindible ser educado: las matemáticas, la informática, la filosofía y la estadística.

La formación y desarrollo del conocimiento requiere: a) acumular datos, b) estructurar información, c) construir el conocimiento, d) entender la realidad, e) alcanzar la sabiduría y madurez, y finalmente, f) transformar el mundo.

Y nuestro sistema educativo debería de estar orientado a ofrecer la mejor plataforma de lanzamiento en ese ambicioso plan que es, para cada uno de nosotros, un plan de vida. Así como las Matemáticas, la Informática y la Estadística son imprescindibles hoy en día, y así se reconoce en nuestro sistema educativo para entrenarnos y educarnos en el pensamiento deductivo, el procesamiento de la información, el pensamiento crítico y la inferencia basada en la probabilidad, la Filosofía ha pasado a ser la hermana pobre de la familia. Hoy, rodeados  de móviles y  cacharrería, el pensamiento crítico apenas tiene sitio pero es más necesario que nunca. El conocimiento no puede alcanzarse sin la sed por la sabiduría y, en ese camino que todos hemos de emprender, resulta indispensable ganar perspectiva, conocer los que ya fueron explorados, para elegir el más adecuado. Al final y al cabo el destino del humano es hacerse las preguntas adecuadas (Filosofía), planteando los problemas adecuados (Matemáticas).  En la Antigua Grecia todas las ramas del saber se confundían. Y, hoy que la sabiduría está compartimentada, con frecuencia de manera artificiosa, es más necesario que nunca disponer de materias como la Filosof cos﷽﷽﷽﷽﷽﷽ugua Grecia, o noico oía, que ofrezcan una atalaya holística para contemplar todo lo que hemos construido, única manera de orientar adecuadamente los pasos futuros.

Es importante saber que podemos sobre-simplificar nuestro modelo del universo tanto como deseemos, poniendo como único referente el ser humano, o tal vez Dios o la Naturaleza, pero que una visión transformadora y actual pasa por la integración de todos esos sub-modelos en uno más global. Y ese esfuerzo de fusión necesita de un taller, de un laboratorio específico que la Filosofía puede y debe representar.

Ser profesor de Filosofía es apasionante y a la vez sumamente difícil. Integrar todos los grandes hitos de la historia del pensamiento, desenmarañar el gran ovillo del conocimiento, es sin duda una tarea casi imposible. Pero no por eso deberíamos abandonar y renunciar a desempeñarla. Hoy, más que nunca, necesitamos de la Filosofía, ya sea contada en un orden cronológico, histórico, o en un sentido temporal inverso.

Hoy sabemos también que es imposible desvincular la Filosofía de la Ciencia, ambas en mayúsculas, en todas sus acepciones y versiones. Nos vemos abocados pues a retornar a las antiguas fuentes, a los orígenes, en que los grandes sabios no conocían fronteras entre las disciplinas del saber. Pero, en este afán, nos vemos condicionados por la falta de consenso, corriendo así el riesgo de que la beligerancia normativa de las distintas administraciones acabe arrinconando las materias que nos humanizan en el sentido más integrador del concepto.

No deja de ser paradójico que hoy que los más grandes sabios y científicos insisten cada vez más en la necesidad de unificar disciplinas para dar una coherencia global al conocimiento, el día a día nos arrastre en el sentido contrario. Volvamos, pues, a las fuentes para reconstruir nuestra historia y mirar al futuro con perspectiva y clarividencia.

Hay un verso de Joxean Artze en euskera que sintetiza a la perfección esa permanente necesidad: “Iturri zaharretik edaten dut, ur berria edaten, beti berri den ura, betiko iturri zaharretik” (Bebo de la vieja fuente, agua nueva, agua que siempre es nueva, de la vieja fuente de siempre).



Enrique Zuazua
Doctor en Matemáticas
Director de la Cátedra de Matemática Computacional, DeustoTech,
Universidad de Deusto, Bilbao
Catedrático en Matemática Aplicada – Universidad Autónoma de Madrid







Enrique Zuazua Iriondo (Eibar, Gipuzkoa, 1961) es, desde 2001 Catedr4a dirigido un total de 23(UAM).ático de Matemática Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y desde 2016 Investigador Senior Distinguido de DeustoTech donde dirige la Cátedra de Matemática Computacional y el proyecto “Advanced Grant” del Consejo Europeo de la Investigación (ERC) “DyCon: Dynamic Control.

Del 2008 al 2015 fue “Distinguished Research Professor” en Ikerbasque-Fundación Vasca para la Ciencia, dirigiendo el grupo de investigación “Ecuaciones en Derivadas Parciales, Control y Numérico” en el Centro BCAM – Basque Center for Applied Mathematics que creó en septiembre del 2008 como Director Científico Fundador (2008-2012).

Es asimismo miembro de número de Jakiunde, la Academia Vasca de las Ciencias, Artes y Letras, desde su creación, y de la “Academia Europaea”, “Visiting Professor” de la Universidad de Reading, de la Universidad Pierre et Marie Cueri de Paris y de la Universidad de Sichuan en China y Embajador de la Universidad FAU de Erlangen-Nuremberg.

Licenciado (Premio Extrardinario) en Matemáticas por la UPV-EHU, Doctorado (Premio Extrardinario) por la misma universidad en 1987 y en 1988 por la Universidad Pierre et Marie Curie (Francia), habiendo realizado la Tesis bajo la dirección de Alain Haraux y en estrecha colaboración con Jacques-Louis Lions, durante el curso 1987-1988 fue Profesor Asociado de la UPV-EHU para después ser Profesor Titular de Análisis Matemático de la UAM. En 1990 obtuvo una Cátedra de Matemática Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid para en 2001 trasladarse a la UAM.

Sus campos de especialización abarcan las Ecuaciones en Derivadas Parciales, el Control de Sistemas y el Análisis Numérico, así como sus aplicaciones en diversos ámbitos del I+D+i. Sus aportaciones transversales en estos campos han tenido fuerte impacto científico.

Ha sido galardonado con el Premio Euskadi de Ciencia y Tecnología en su edición 2006, con el Premio Nacional Julio Rey Pastor 2007 en “Matemáticas y Tecnologías de la Información y Comunicación” y el Premio “Humboldt Research Award 2013” en Alemania, la Cátedra de Excelencia del CIMI (Centre International de Mathématiques et informatique) de Toulouse, 2013-2014 y el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Lorraine (Francia).

Su obra, con más de 200 artículos publicados ha tenido una importante repercusión habiendo sido reconocido como “Highly Cited Researcher" por el Instituto ISI (Thomson) en 2004 (índice h = 33).

Ha dirigido un total de 24 Tesis Doctorales a jóvenes investigadores que ahora desarrollan su labor en todo el mundo: China, México, Brasil, Rumanía, Francia,..

Fue el primer Gestor del Programa de Matemáticas del Plan Nacional y Presidente del Panel de Advanced Grants de la European Research Council (ERC) durante tres convocatorias.

Su equipo ha sido financiado de manera continuada por el Plan Nacional (MINECO en la actualidad) desde 1990 y también con los Proyectos Advanced Grant NUMERIWAVES (2010-2016, 1.6 M€) y DYCON (2016-2021, 2 M€), del Consejo Europeo de Investigación (2010-2016, 1.6 M€) entre otros.

Ha sido Profesor Visitante de Courant Institute en Nueva York y las Universidades de Minnesota y Rice en los EEUU, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, el Isaac Newton Institute de Cambridge, la Universidad Pierre et Marie Curie, Paris-Sud, Versailles, Orleans, Toulouse, Niza y la Escuela Politénica de Paris, entre otras.

Es Editor en Jefe de “Mathematical Control and Related Fields – MCRF” y miembro del Comité Editorial de otras revistas de fuerte impacto y reputación. Forma parte asimismo de Comités Científicos de diversos Centro y agencias entre los que cabe destacar la pertenencia al “IMU Circle”.

Desarrolla asimismo una intensa labor divulgativa que se recoge en su web de divulgación multilingüe “enzuazua.net”.


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