lunes, 31 de diciembre de 2018

¿Qué ocurriría si se derritieran los casquetes polares? - Emilio García Ladona y Joaquim Ballabrera Poy

¿Qué ocurriría si se derritieran los casquetes polares? ¿El progresivo deshielo es achacable a la acción humana?
(Por Emilio García Ladona y Joaquim Ballabrera Poy)



Recurrentemente oímos noticias sobre el aumento del nivel del mar y la amenaza que ello supone para una población mundial cada vez más localizada  en las zonas litorales, especialmente para los doscientos millones de humanos que viven a menos de 5 m de altura respecto el nivel del mar. ¿Pero qué procesos influencian en el nivel del mar? ¿Y qué sabemos hoy en día sobre la tendencia futura?

Los procesos que determinan el nivel del mar en cada región son múltiples y actúan en diferentes escalas de tiempo. El agua está repartida alrededor de diferentes compartimentos. En la atmósfera en forma de gas y pequeñas gotas en las nubes; en la litosfera en aguas freáticas, ríos, lagos, acuíferos incluyendo reservorios artificiales de origen antropogénico; en la criosfera, en las capas de hielo de la Antártida, del Ártico y Groenlandia y glaciares continentales. Sin embargo los reservorios de agua por excelencia son los mares y océanos. Así en gran medida la cantidad de agua en las cuencas oceánicas determina el nivel medio del mar. Hay dos formas de medir el nivel del mar. Una consistiría en la medición del grosor de la columna de agua en un punto, tal y como se ha realizado históricamente con ayuda de mareógrafos en las zonas costeras. Sin embargo, a partir del lanzamiento de los primeros satélites dotados de altímetros (i.e. TOPEX-Poseidon) se puede medir la variación de la superficie del mar en referencia a un nivel de equilibrio asociado al campo gravitatorio terrestre. Es decir aquella superficie cuyos puntos tienen la misma energía potencial gravitatoria. Si la Tierra fuera perfectamente redonda esta superficie sería también una esfera alrededor de la Tierra. Imaginemos una cebolla esférica, una superficie equipotencial sería una capa de esa cebolla a una distancia determinada del centro. Cada capa de la cebolla sería una superficie equipotencial y el nivel del mar tendría la misma forma. Sin embargo, la Tierra ni es redonda, ni su composición de materiales es homogénea y rota alrededor de su eje, por lo que las superficies equipotenciales distan mucho de ser esféricas. Las reconstrucciones más precisas que se han realizado hasta ahora se han obtenido a través de la misión GOCE de la Agencia Espacial Europea en 2011 (ver figura 1). Se pueden apreciar separaciones de hasta 200 m de altura entre diferentes áreas del globo. Para entendernos, un objeto colocado al Sur de Ceilán tiene la misma energía potencial que un objeto situado al Oeste de Irlanda, pero entre ellos hay una diferencia de altura de unos 150 m. El nivel del mar como respuesta a este campo gravitatorio debiera tener una forma aproximada al geoide. Sin embargo hay muchos otros factores que hacen que el nivel del mar instantáneo se separe del geoide. Y estos procesos tienen una variabilidad característica que produce variaciones apreciables del nivel del mar a escalas de tiempo que abarcan desde las pocas horas hasta los  millones de años.

          Uno de los factores más evidentes que contribuyen a la variación del nivel del mar es el aporte de agua a las cuencas oceánicas que tiene que ver básicamente con la conexión de los diferentes reservorios de agua: descargas de ríos proveniente de precipitaciones y deshielo, precipitaciones directas sobre el mar y deshielo de casquetes polares de hielo. Sin embargo, las aportaciones más relevantes son los glaciares continentales que abocan masas de hielo directamente al mar y las capas de hielo continental en la Antártida y Groenlandia básicamente. A menudo, todavía hay gente que asocia el deshielo del Ártico con las variaciones del nivel del mar, pero eso es rotundamente erróneo. Una masa de hielo en agua retiene el mismo volumen total de agua debido al principio de Arquímedes. Así solamente casquetes de hielo sobre tierra firme tienen una contribución neta a ello.

          El último informe de IPCC Panel (AR5) completado en el 2014 es un buen texto de referencia para conocer el estado del arte del conocimiento que tenemos sobre el nivel del mar y de los distintos procesos causantes de su evolución. Las reconstrucciones que disponemos indican un aumento relativamente "rápido" del nivel del mar desde el último máximo glacial (~20.000 a.c), unos 125 m hasta el valor actual que se establece alrededor de 2000 a.c. Al final del periodo conocido como Pequeña Edad de Hielo, ("Little Ice Age") entre mitad del siglo XIV y mediados del XIX, durante el cual el nivel del mar había bajado unos 15-18 cm, el nivel del mar empezó a aumentar progresivamente hasta nuestros días, unos 18-20 cm por encima del periodo pre-industrial (ver figura 1). Las últimas reconstrucciones estiman que la contribución de los hielos en Groenlandia y Antártida es del orden de 0.6 mm/año durante el periodo 1993-2010 que es un periodo donde se tiene mejores medidas gracias a una mejora de los programas de observación.


Figura 1: Izquierda: Reconstrucción del geoide terrestre a partir de los datos del satélite GOCE de la ESA (© ESA). 
Derecha: Reconstrucción del nivel del mar entre 1807-2009 a partir de mareógrafos (reproducido a partir de Jevrejeva et al., 2014).

          La dinámica del hielo de los casquetes polares es muy compleja y depende del balance entre la acumulación de nieve, el deshielo (mayormente superficial) y el flujo de hielo saliente sobre el mar o directamente por desprendimiento directo y brusco de icebergs (“ice calving”). En el caso de Groenlandia las pérdidas de masa de hielo se redistribuyen aproximadamente por igual entre el deshielo en superficie y el desprendimiento sobre el mar. En el caso de la Antártida las temperaturas son muy bajas y básicamente el hielo se pierde fluyendo hacia la plataforma continental donde forma una cobertura de hielo que posteriormente va desprendiéndose en sus partes más externas y se va fundiendo por debajo en contacto con el agua. Estas plataformas de hielo apenas contribuyen al nivel del mar ya que están flotando sobre el agua sin embargo pueden indirectamente acelerar o frenar el flujo de hielo desde las zonas de acumulación como intentaremos ilustrar más adelante.

          Para la cobertura de hielo en Groenlandia se da la paradoja que ha habido un aumento de acumulación de nieve en la zona interior pero también ha aumentado el deshielo superficial y el desprendimiento de manera que el balance neto indica una pérdida de la masa de hielo. En este último caso parece que el responsable sería un cambio regional de la circulación alrededor de Groenlandia, que permite la intrusión de agua más caliente favoreciendo este proceso. No está claro si estos cambios de circulación están relacionados con la variabilidad interdecadal de la Oscilación del Atlántico Norte (NAO por sus siglas en inglés) o una tendencia asociada con el calentamiento asociado a los gases de efecto invernadero. Las proyecciones de los modelos a lo largo de este siglo indican que el descuadre entre acumulación y pérdida podría continuar a lo largo del siglo XXI. Hay que notar, sin embargo, que la recongelación del agua deshelada en las capas más altas de la capa de hielo es un mecanismo que podría reducir la pérdida de masa, mientras que por el contrario un incremento del deshielo superficial podría facilitar la lubricación de la base del hielo favoreciendo un aumento de la pérdida de masa. Así, las proyecciones sobre el aumento del nivel del mar por la contribución del hielo polar varían entre los 2 cm y 23 cm a finales de siglo.

La dinámica de estos mecanismos no parece estar afectada por transiciones bruscas que hicieran pensar en un colapso de la masa de hielo de Groenlandia que diera lugar a cambios importantes y bruscos del nivel del mar. Sin embargo, los modelos conceptuales parecen indicar la existencia de un barrera para la temperatura que si se sobrepasara durante suficiente tiempo (miles de años) la pérdida de hielo sería irreversible en estas escalas de tiempo incluso aunque el clima reestableciera su estado entretanto. En ese caso la contribución sería equivalente a un aumento del nivel del mar de 7 m. Intentos de modelar el Plioceno (5-6 millones de años a.c.), cuando se daban temperaturas y niveles de CO2 similares a los actuales, indican que temperaturas de 2-3.5ºC superiores a los niveles pre-industriales producen una desaparición casi completa de la capa de hielo (IPCC, 2013, a partir del trabajo de Hill et al. 2010). Sin embargo estos valores deben tomarse con precaución dado que la situación climática del Plioceno a escala regional no es comparable según un estudio reciente de los propios autores (Hill, 2014).

          En el caso del hielo Antártico la situación es diferente. Al igual que en Groenlandia la cantidad de masa de hielo responde a un balance entre la acumulación de nieve y el flujo de hielo hacia zonas más periféricas en contacto con el mar circundante en escalas milenarias. A diferencia de Groenlandia, la Antártida tiene temperaturas superficiales más frías que no inciden en el deshielo superficial y las pérdidas se producen mayormente por desprendimiento de icebergs sobre el mar (ice calving) y por mezcla submarina.

Como ya hemos avanzado anteriormente en varias zonas de la Antártida la capa de hielo se prolonga de forma continua como una plataforma por encima del mar. En esas áreas, esporádicamente la cobertura de hielo puede romperse liberando placas enormes que se separan de la masa de hielo principal como ocurrió en 2002 con la plataforma Larsen B. Por debajo de esta placa, el hielo se derrite en contacto con el agua de mar. En esas áreas la placa de hielo se sitúa sobre un fondo de roca que puede estar sumergido hasta 2000 y 3000 m de profundidad, bastante por debajo de la profundidad del mar adyacente (véase el esquema de la figura 2).


Figura 2: Esquema sintético de la Inestabilidad de la Capa de Hielo Marina (MIS). En el diagrama d_e  y Q_e son los valores del flujo de hielo y grosor en la posición de equilibrio. Si este punto retrocediera un poco por un aumento de la temperatura de las aguas submarinas por debajo de la plataforma de hielo flotante, la nueva posición de equilibrio sería tal que Q’> Q dado que d’>d en ciertas regiones de la Antártida.

A mediados de los 70, se propuso que el balance del flujo de hielo dependía de la posición de la línea donde empezaba la plataforma de hielo flotante, es decir el límite máximo donde el agua marina estaba en contacto con el hielo continental. Si en ese punto el grosor de la capa de hielo aumentaba, el flujo de hielo aumentaba. Análisis recientes más rigurosos a partir de las leyes mecánicas que rigen la dinámica del flujo de las capas de hielo han podido corroborar este hecho y determinar, bajo ciertas aproximaciones, la ley de escala entre el grosor de hielo y el flujo en ese punto (existe una discusión más detallada en IPCC, 2013). Si dicha línea se retira a una posición de mayor profundidad del substrato rocoso, entonces el flujo de salida debe aumentar, dado que en esa nueva posición la capa de hielo resulta ser más gruesa, y así sucesivamente en lo que se denomina Hipótesis de Inestabilidad de la Capa de Hielo Marina (MIS acrónimo en inglés). Este proceso podría verse desencadenado por un mayor deshielo asociado al calentamiento de las aguas justo debajo de la plataforma de hielo o también por la aparición en la superficie de puntos de fusión que indujeran fracturas verticales de la masa de hielo separando la plataforma. Medidas tras el colapso de la plataforma Larsen B han corroborado ésta sutil conexión entre la plataforma de hielo y su conexión con la masa continental.

          En definitiva la evolución de la capa de hielo Antártica es compleja y las variaciones del balance entre acumulación de nieve y flujo saliente, dependen a su vez de las condiciones de la circulación atmosférica y oceánica circundantes así como de las diferentes características de las diferentes áreas geográficas de la Antártida. En cuanto a los registros de medidas disponibles, los datos a partir de radar desde satélite indican que la caída de nieve ha aumentado en la región más hacia el Este (aunque medidas derivadas del cambio de la gravedad no señalan un aumento significativo), que ha habido un aumento de flujo saliente en áreas localizadas y un aumento bien documentado de colapso de la capa en la región al Norte. Así el balance neto entre las diferentes regiones de la Antártida indica una contribución neta del ritmo de variación del nivel del mar de 0.27 mm/año durante el período 1993-2010. Sin embargo, las proyecciones previstas para el siglo XXI, indican una contribución negativa en tanto en cuanto se observa un aumento significativo de nieve acumulada. La explicación sería que un calentamiento atmosférico favorecería en esta región un aumento del aire húmedo induciendo un aumento notable de la acumulación de nieve. Estas proyecciones deben tomarse con cautela en vista de que, a día de hoy, los intrincados procesos asociados a la MIS son difíciles de ser integrados en los modelos de clima.

          Pero volvamos a las cuestiones que han motivado este breve y muy somero repaso acerca de lo que sabemos de la evolución de los casquetes polares. Las consecuencias más evidentes del deshielo de los casquetes es sin duda su contribución a la subida del nivel del mar medio. Sin embargo, no parecen haber razones que dieran a pensar en un cambio brusco del mismo al menos proveniente del deshielo de Groenlandia pero quizás sí en el caso de la Antártida asociado a la MIS. Además debemos ser conscientes que el nivel del mar varía de forma regional e incluso local por otros factores por lo que el impacto sería muy diferente según las diferentes regiones del planeta. Recordemos que hoy por hoy la mayor contribución al nivel del mar es el efecto termostérico (dilatación térmica) por el calentamiento de la masa oceánica. Frente a un cambio brusco, que no nos atrevemos a cuantificar dadas las incertidumbres que tenemos tanto en término de medidas como de conocimiento preciso de los procesos involucrados, probablemente el impacto sobrepasaría sobradamente el efecto termostérico. Además, el deshielo en general también produce una retroalimentación positiva en relación al albedo, es decir esa porción de la radiación solar que se refleja hacia el espacio en las superficies con hielo y nieve, lo cual incidiría en una aceleración del calentamiento global. Un tercer efecto del deshielo tendría que ver con modificaciones de la circulación general del océano afectada por un aporte importante de agua dulce. En el caso de Groenlandia entre sus posibles efectos estaría la modificación de las condiciones de formación de agua densa en el Atlántico Norte, una de las componentes esenciales del ciclo natural del océano para disipar el exceso de calor del Ecuador. Sin embargo, como hemos visto los datos y el conocimiento que disponemos por ahora indican que un deshielo brusco masivo en Groenlandia no es una cuestión que se prevea pueda ocurrir a corto plazo.

          Ya para acabar queda por ver qué parte de este deshielo es achacable a la acción humana. La respuesta es difícil de contestar cuantitativamente. Cómo hemos visto en los procesos anteriores no solo interviene una acción directa del balance radiativo en forma de aumento de temperatura sino que hay implicaciones de la variabilidad de la circulación atmosférica y oceánica regional. La acción humana se traduce en una  mayor concentración de gases de efecto invernadero que contribuyen en gran medida al calentamiento y por tanto pueden influir en términos de un calentamiento de las aguas y aire circundantes de estas regiones. Sin embargo hemos visto que los procesos de deshielo tienen mucho que ver con el ciclo del agua que aunque bien conocido cualitativamente puede modificar en gran medida los balances de acumulación y flujo saliente de hielo en ambos hemisferios de manera no equivalente. Aunque hoy en día se puede asegurar que el calentamiento en el hemisferio Norte favorece el deshielo superficial tanto del Ártico como de la capa sobre Groenlandia, dicho calentamiento no parece ser tan relevante en el hemisferio Sur. Allí el deshielo neto observado parece venir más por un progresivo calentamiento de las aguas del hemisferio sur y cambios de la circulación atmosférica que, al menos en los estudios revisados, no permiten discernir en qué medida la acción humana contribuye o ha contribuido.


Referencias:                                                      
Hill D.J., 2015: The non-analogue nature of Pliocene temperature gradients. Earth and Planetary Science Letters, 425, 1, 232–241
Hill D.J., Dolan A.M. Dolan, Haywood A.M., Hunter S.J. and Stoll D.K, 2010: Sensitivity of the Greenland Ice Sheet to Pliocene sea surface temperatures. Stratigraphy, vol. 7, nos. 2-3, pp. 111-122,
Jevrejeva S., Moore J.C., Grinsteda A., Matthews A.P. and Spada G., 2014: Trends and acceleration in global and regional sea levels since 1807. Global and Planetary Change, 113, 11-22.
IPCC, 2013: Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fifth Assessment Report of the Intergovernmental. Panel on Climate Change [Stocker, T.F., D. Qin, G.-K. Plattner, M. Tignor, S.K. Allen, J. Boschung, A. Nauels, Y. Xia, V. Bex and P.M. Midgley (eds.)]. Cambridge University Press, Cambridge, United Kingdom and New York, NY, USA, 1535 pp.

Emilio García Ladona                Joaquim Ballabrera Poy
Doctores en Ciencias Físicas
Dept. de Oceanografía Física y Tecnológica
Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)

1 comentario: