jueves, 28 de septiembre de 2023

¿Qué es el hidrógeno metálico? - Carlos M. Pina

¿Qué es el hidrógeno metálico? ¿Cómo puede ser el hidrógeno un metal?
(Por Carlos M. Pina)



(Noviembre 2016)


La mayoría de los elementos químicos de la tabla periódica se clasifican como metales. Los metales poseen una serie de propiedades comunes, entre las cuales destacan su brillo característico, su alta conductividad eléctrica y térmica, su maleabilidad y su ductilidad. Todas estas propiedades se pueden explicar teniendo en cuenta el tipo de enlace que une a sus átomos. En los metales, los núcleos atómicos se encuentran muy próximos unos a otros, rellenando el espacio de la forma más eficiente posible y permaneciendo unidos entre sí gracias a una nube o gas de electrones que los envuelven. Los electrones de esa nube, además de reflejar la luz y proporcionar a los metales su especial brillo, tienen una gran libertad de movimiento, lo que explica que la electricidad y el calor se transmitan fácilmente a través de ellos. Además, la relativa debilidad de los enlaces que forman los metales permite que sus átomos puedan deslizarse unos respecto a otros. Ello tiene como consecuencia que se puedan deformar y estirar con facilidad. Un caso extremo de deslizamiento de átomos en un metal lo encontramos en el mercurio, que a temperatura ambiente no presenta una estructura cristalina como la mayoría de los metales sino que es líquido.

Como bien nos dice Isaac Asimov en su libro “Cien preguntas básicas sobre la Ciencia”, para que se produzca el enlace metálico y existan electrones móviles es necesario que entre el núcleo atómico y los electrones más externos que se encuentran a su alrededor haya un número de capas electrónicas que apantallen la atracción electrostática que ejercen los núcleos (con carga positiva) sobre los electrones (con carga negativa). Estas capas son más numerosas en los elementos químicos con un alto número atómico y que, por lo tanto, poseen un gran número de electrones. Este es el caso, por ejemplo, del potasio, el hierro o el oro. A diferencia de estos átomos, el átomo de hidrógeno solo tiene un protón y un electrón, que suele compartir con el electrón de otro átomo de hidrógeno para formar la molécula gaseosa H2. Al no haber apantallamiento posible, pues no existen capas electrónicas inferiores, los electrones compartidos están fuertemente ligados a sus núcleos en la molécula de H2 y, en consecuencia, el hidrógeno no tiene propiedades metálicas en condiciones ambientales. Sin embargo, se ha especulado mucho sobre la posibilidad de que el hidrógeno se convierta en un metal bajo condiciones de elevada presión y temperatura.

En 1935, los físicos Eugene Wigner y Hillard Bell Huntington predijeron que para que el hidrógeno se transforme en un metal serían necesarias elevadísimas presiones [1]. Se estima que una presión superior a la que existe en el núcleo terrestre (unos 3,5 millones de atmósferas) podría obligar a los protones del hidrógeno a empaquetarse de forma compacta. Solo entonces los electrones quedarían libres y se obtendría hidrógeno metálico líquido, algo parecido al mercurio. No obstante, el hidrógeno metálico sería un compuesto bastante diferente de los metales que conocemos y se presentaría como un estado de la materia degenerado con propiedades singulares. Así, se piensa que el hidrógeno metálico podría ser superconductor a temperatura ambiente y comportarse también como un superfluido. Por otro lado, algunos científicos creen que el hidrógeno metálico podría permanecer de forma metaestable durante cierto tiempo, es decir sin transformarse inmediatamente en hidrógeno ordinario una vez eliminada la presión necesaria para formarlo. Si esto fuera así, el hidrógeno metálico líquido podría emplearse como un combustible limpio (pues su combustión solo produciría agua) y con una eficacia energética casi cinco veces superior a los combustibles H2/O2 empleados actualmente. El empleo de este nuevo combustible permitiría, entre otras cosas, aumentar la potencia de las naves espaciales y, por tanto, acortar considerablemente la duración de los viajes  a otros planetas. Este potencial uso del hidrógeno metálico como combustible, junto con sus propiedades electrónicas y sus posibles aplicaciones tecnológicas derivadas, han hecho de su obtención una importante meta científica.

A pesar del gran interés que existe por el hidrógeno metálico y del gran número de experimentos realizados para obtenerlo, los resultados han sido hasta la fecha limitados. En 1996, un grupo de científicos del Lawrence Livermore National Laboratory (EE.UU.) comunicó que había conseguido casualmente detectar durante un milisegundo la formación de hidrógeno metálico durante un experimento en el que sometieron hidrógeno molecular líquido a temperaturas de varios miles de grados y presiones de algo más de un millón de atmósferas [2]. Este resultado fue en cierto modo sorprendente, pues experimentos previos realizados por otros investigadores empleando hidrógeno molecular sólido y presiones de hasta 2,5 millones de atmósferas no habían dado lugar a la formación de hidrógeno metálico.

Desde entonces, los intentos para obtener hidrógeno metálico han continuado en laboratorios de todo el mundo. En 2011, científicos del Max Planck Institut (Alemania) publicaron un artículo en el que afirmaron haber conseguido hidrógeno metálico a presiones entre 2,6 y 3 millones de atmósferas, pero su hallazgo fue posteriormente cuestionado por otros investigadores [3,4]. En 2015, un grupo de investigadores de los Sandia National Laboratories (EE.UU) publicaron unos prometedores resultados tras llevar a cabo una serie de experimentos empleando la llamada máquina Z, un moderno generador de ondas electromagnéticas de alta frecuencia [5]. Estos experimentos se realizaron aplicando ondas de choque combinadas con enormes campos magnéticos y parece que han constituido un claro progreso en una búsqueda que dura ya varias décadas. Sin embargo, y a pesar de los avances realizados en los últimos años, las condiciones de presión y temperatura para la síntesis del hidrógeno metálico todavía no están totalmente definidas y la investigación prosigue en la actualidad.

La búsqueda del hasta ahora esquivo hidrógeno metálico no se limita a los experimentos de laboratorio, sino que se extiende al espacio. Desde hace tiempo, los científicos piensan que existen grandes masas de hidrógeno metálico líquido en el interior de Júpiter y quizá también en algunos grandes planetas extrasolares. Júpiter es el mayor de los planetas de nuestro sistema solar y su masa es unas 320 veces mayor que la de la Tierra. Su atmósfera está formada por  90 % de hidrógeno,  10% de helio y una cantidad inferior al 0.1 % de metano, agua, amoníaco, sulfuro de hidrógeno y otros gases. Las capas interiores del planeta están también mayoritariamente compuestas por hidrógeno y se cree que su relativamente pequeño núcleo es rocoso. Debido a su enorme masa, la presión en Júpiter aumenta desde unas dos atmósferas en zonas de su superficie hasta unos 100 millones de atmósferas en su núcleo. Los científicos están convencidos de que el aumento de presión en el interior de Júpiter tiene que resultar inevitablemente en la transformación del hidrógeno molecular en hidrógeno metálico a una cierta profundidad, si bien todavía no se sabe cuál es esa profundidad. La confirmación de la existencia de una capa de hidrógeno metálico y la medida de su espesor resultarán fundamentales para explicar cómo se genera el enorme campo magnético de Júpiter. Actualmente se piensa que este campo magnético se debe a la combinación de grandes masas de hidrógeno metálico (que se comporta como un excelente conductor de electrones) con la rápida rotación de Júpiter, cuyo día apenas dura 10 horas.

El pasado 4 de julio de 2016 llegó a Júpiter, después de casi cinco años de viaje, la sonda espacial Juno. Enviada por la NASA, Juno tiene como misión principal estudiar la gravedad y los campos magnéticos de Júpiter. Para ello orbitará alrededor de los polos del planeta hasta febrero de 2018. Durante las 37 órbitas que realizará enviará constantemente a la Tierra medidas del campo magnético y de la composición de Júpiter (1). El análisis de esas medidas permitirá comprender mejor cómo funciona la inmensa dinamo de Júpiter y qué papel juega el hidrógeno metálico en ella. Mientras tanto, los científicos seguirán intentando en la Tierra sintetizar esa extraordinaria forma de la materia.






Notas:
(1) Para más información sobre la sonda espacial Juno el lector puede consultar la siguiente página web: https://www.nasa.gov/mission_pages/juno/main/index.html


Bibliografía:
[1] On the possibility of a metallic modification of hydrogen (1935) E. Wigner & H.B. Huntington. Journal of Chemical Physics 3 (12): 764.
[2] Metallization of fluid molecular hydrogen at 140 GPa (1.4 Mbar) (1996) S.T. Weir, A.C. Mitchell & W. J. Nellis. Physical Review Letters 76: 1860.
[3] Conductive dense hydrogen (2011) M.I. Eremets & I.A. Troyan. Nature Materials  10, 927–931.
[4] Has Metallic Hydrogen Been Made in a Diamond Anvil Cell? (2012) Nellis, W.J., Arthur L. Ruoff & Isaac F. Silvera. arXiv:1201.0407.
[5] Direct observation of an abrupt insulator-to-metal transition in dense liquid deuterium (2015) M. D. Knudson1, M. P. Desjarlais, A. Becker, R. W. Lemke, K. R. Cochrane, M. E. Savage, D. E. Bliss, T. R. Mattsson & R. Redmer. Science 348 (6242):1455.




Carlos M. Pina
Doctor en Ciencias Geológicas
Profesor Titular, Universidad Complutense de Madrid





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