¿En qué consiste la
Teoría de la Relatividad General? ¿Por qué "pesa" la luz?
(Por Julio
Gutiérrez Muñoz)
1 Introducción.
En el capítulo anterior,
epígrafe 36.2, hemos analizado el Principio de Relatividad, el cual establece
que el estado de movimiento de un objeto no es absoluto y depende del estado de
movimiento del observador, es decir, la velocidad de un objeto es relativa al
Sistema de Referencia (SR); si alguien camina por un vagón de un tren en
marcha, la velocidad medida por otro pasajero no es la misma que mediría un
observador situado en reposo respecto de la vía. En el escenario de la
Relatividad Especial, las aceleraciones y, en consecuencia, las fuerzas tampoco
son invariantes, es decir, dependen también del SR; aspecto que no hemos
tratado por salirse del alcance de este libro. Sin embargo, en un escenario de
velocidades pequeñas frente a la velocidad de la luz, los cambios en las
fuerzas y aceleraciones, al cambiar de SR, siempre que manejemos sistemas de
referencia inerciales (no acelerados, SRI), son despreciables y se puede
utilizar la Relatividad de Galileo. En caso de utilizar sistemas no inerciales
(SRNI), el escenario se complica enormemente. Observado el movimiento de un
objeto a velocidad constante en módulo y dirección en un SRI, en el seno de un
SRNI puede verse animado de fuertes aceleraciones, lo cual es contradictorio
con los valores nulos que mostrarían los acelerómetros solidarios con el
objeto. La Teoría de la Relatividad General consiste en la extensión del
Principio de Relatividad a los sistemas de referencia no inerciales, haciendo
uso de la gravedad.
2 Fuerzas ficticias o de
inercia.
Para poder explicar tales movimientos
acelerados aparentes en los SRNI aplicando las leyes de Newton, la única
solución consiste en introducir unas fuerzas ficticias o de inercia: las
llamadas fuerzas de inercia son fuerzas ficticias o aparentes que un observador
no inercial percibe como reales, no teniendo existencia real en un sistema
inercial. Dado su carácter ficticio, no pueden provocar cambios en el estado de
movimiento de un objeto observado desde un sistema de referencia inercial.
Estas fuerzas son muy
diferentes según que el SRNI esté acelerado solo en el módulo de su velocidad,
en cuyo caso el tratamiento matemático es muy simple, o su velocidad cambie de
dirección, incluso aunque no cambie de módulo, apareciendo aceleraciones
aparentes complejas, como es el caso de la aceleración de Coriolis que
trataremos en el capítulo 70. Veamos algunos ejemplos.
Primero regresemos al
tren y supongamos que un pasajero se encuentra en el centro del vagón, grabando
la escena con una cámara de vídeo, sobre un monopatín que carece de rozamiento
con el suelo. Un observador acompañante está sentado y también graba las
imágenes, lo mismo que hace un curioso situado junto a la vía. Si el tren
frena, ¿qué ven y sienten nuestros tres protagonistas? El pasajero del
monopatín no detecta aceleración alguna, pero ve acercarse la parte delantera
del vagón aceleradamente. El pasajero que va sentado siente la fuerza de
frenado, transmitida por el rozamiento con el asiento, pero observa que el
monopatín se acelera con una “aparente fuerza” que tiene sentido contrario a la
de frenado; es como si el pasajero del monopatín hubiera encendido un motor
secreto. El espectador de la vía, evidentemente, no sentirá fuerza alguna, verá
como el tren se detiene y al pasajero del monopatín seguir con la misma velocidad
que llevaba antes del frenado del tren. Justamente lo contrario sucederá si el
tren acelera, siendo ahora la parte trasera del vagón la que se acerca al
monopatín.
Las imágenes grabadas
dentro del tren, vistas por personas ajenas al experimento que no saben que se
ha producido un cambio en la velocidad del vagón convirtiendo a este en un
SRNI, necesitan introducir una “fuerza ficticia” para explicar el movimiento
del viajero del monopatín y poder analizarlo utilizando la expresión F = m a.
Las imágenes grabadas desde la vía no dan lugar a “engaño” alguno, están
tomadas desde un SRI y muestran los movimientos en toda su pureza.
Pongamos un segundo
ejemplo muy esclarecedor y que da lugar a no pocos malentendidos. Los
astronautas de la Base Espacial Orbital nos envían sus imágenes, en las cuales
los vemos flotando como si no estuvieran sujetos a la gravedad. Para explicar
esa “ingravidez”, en el SRNI que es la Base, se debe introducir una fuerza
ficticia de sentido contrario a la de la gravedad –esta última está realmente
presente y los mantiene en órbita–; esa “nueva fuerza” recibe el nombre de centrífuga,
en compensación a la de la gravedad que está dirigida hacia el centro de la
Tierra, denominada centrípeta. Visto por un observador inercial, los astronautas
y la Base se encuentran en continua caída libre, sujetos a la aceleración de la
gravedad, pero, como están animados de una velocidad perpendicular a la
dirección de la fuerza gravitatoria, esta cambia continuamente la dirección de
la velocidad del conjunto sin cambiar su módulo, y el sistema da vueltas
alrededor de la Tierra a una distancia h de su centro dada por la
expresión:
h=v2 / g
siendo v la velocidad de la Base en
relación al centro terrestre y g el valor de la aceleración de la
gravedad a esa distancia.
De lo anterior se
desprende que, cuando se hacen observaciones en sistemas no inerciales, debemos
ser cuidadosos en distinguir qué aceleraciones son ficticias y cuáles son
reales. Estas últimas se deben habitualmente a las ligaduras de los objetos con
el sistema. Así, en el ejemplo del tren anterior hacíamos notar que el pasajero
sentado era objeto de la aceleración real del tren transmitida por su ligadura
al asiento. No obstante, ¿podemos realmente distinguir las fuerzas ficticias de
las reales?
3 Principio
de Equivalencia.
Podemos
también preguntarnos si las aceleraciones reales o ficticias son invariantes al
cambiar de SR o relativas a cada sistema. En la relatividad de Galileo, en la
cual las interacciones viajan a velocidad infinita, la respuesta es afirmativa
para sistemas inerciales, pero no ocurre así en la relatividad einsteniana,
donde aparecen términos adicionales al cambiar de SR, aunque el cambio se haga
entre sistemas inerciales, que dan lugar a aceleraciones que llegaron a ser
confundidas con una nueva interacción (caso de las fuerzas magnéticas). Además,
queda por dilucidar el dilema de siempre: un sistema que está acelerado ¿lo
está respecto de qué o de quién? Imaginemos nuestro laboratorio móvil en una
nave espacial en medio de ninguna parte, ¿cómo podemos saber si estamos quietos
o en movimiento y si éste es constante o acelerado?
Afortunadamente no somos capaces de
saber si nos movemos con velocidad constante en módulo y dirección o estamos en
reposo; una velocidad sin cambios no se distingue de otra. Esta propiedad
dinámica no es sino la expresión experimental de relatividad de la velocidad y
sería absurdo que se pudieran distinguir. Sin embargo, tan solo hace poco más
de un siglo que, tras la invención del automóvil y la aviación, con ingenios
capaces de desarrollar velocidades hasta entonces inalcanzadas, se predijo que
a esas nuevas grandes velocidades (60 km/h) ocurrirían verdaderas catástrofes
biológicas e incluso desintegraciones de la materia. Si bien no parecía haber
diferencia al moverse a velocidades diferentes, ello era debido a lo bajas que
eran las velocidades capaces de desarrollar, argumentaban.
En resumen, una velocidad sin cambios
no se distingue de otra. Con un mar en calma, podemos realizar a bordo de un
barco el mismo tipo de actividades que en tierra firme (jugar a la pelota,
pasear por cubierta, tomar café en el bar sin verter el líquido, etc.); no
notaremos diferencia alguna. Somos insensibles a nuestro movimiento de
30 000 m/s alrededor del Sol. Mas el Sol, a su vez, se mueve respecto del
centro de la Vía Láctea, entonces, ¿cuál es nuestra verdadera velocidad de
traslación? Sin embargo, no ocurre así con las aceleraciones. No solo podemos
fabricar aparatos capaces de detectarlas aunque estemos en reposo en nuestro
SR, sino que nuestro propio oído está diseñado para decirnos si nos movemos
solidariamente con un SR acelerado. Es más, las aceleraciones grandes sí que
producen esas catástrofes predichas para las altas velocidades.
Todo lo anterior es verdad incluso en
el marco de la relatividad especial, pero Einstein fue más allá y se hizo una
pregunta que él mismo consideró “la idea
más feliz de mi vida”: si un observador se encuentra en caída libre en un
campo gravitatorio, ¿será capaz de detectar la aceleración que ha provocado la
caída? En el ejemplo anterior de la Base Espacial Orbital parece que no es
posible y, si los astronautas no tienen más referencias que las de su sistema,
no serán capaces de distinguir si se encuentran en caída libre o en un lugar
del Universo donde las fuerzas gravitatorias se han compensado completamente,
porque en ningún caso sentirán su peso.
Pero
aún hay más. También podemos preguntarnos si hay alguna forma de distinguir la
gravedad de una aceleración debida a una fuerza no gravitatoria aplicada a un
SRNI. Veamos unos experimentos mentales:
Experimento 1: Siguiendo la feliz idea de Einstein,
supongamos un ascensor en caída libre. Un observador en su interior que deje
caer a ambos lados dos objetos (tanto da que sean iguales que no, pues la
aceleración es la misma para ambos), no distinguirá esta situación de la
encontrarse en un lugar del Universo donde las fuerzas gravitatorias se han
compensado completamente y los objetos permanecerán sin caer, respecto del
observador en ambas situaciones, en el punto en que se abandonaron.
Experimento 2: Supongamos un viajero del espacio que
despierta de su hibernación tras un largo viaje y detecta estar sometido a una
fuerza que lo acelera contra el suelo de la nave, de valor a. Si no le es posible
observar el exterior, no tendrá forma de decidir si está posado en un planeta
cuya gravedad tiene valor a, o bien se encuentra todavía en el
espacio y los motores aceleran la nave con valor a. En los dos casos, si
abandona a ambos lados dos objetos, caerán hacía el suelo con aceleración a igualmente.
En
analogía con el Principio de Relatividad, se enuncia un nuevo principio que, en
este caso, se denomina Principio de
Equivalencia: Un observador en
caída libre en un campo gravitatorio uniforme y constante es equivalente a un
observador inercial en ausencia de gravedad. Además, un observador en
movimiento uniformemente acelerado es equivalente a un observador inercial en
un campo gravitatorio uniforme y constante. Es imposible determinar la
diferencia entre las situaciones anteriores a base de experimentos físicos.
4 Generalización del principio de
equivalencia
Seguramente
el lector se habrá preguntado si realmente no hay posibilidad de diseñar un experimento
físico para distinguir entre las opciones del enunciado anterior.
Para empezar, podría argumentar que,
hasta hoy, nadie ha podido demostrar que la masa gravitatoria –la
correspondiente a la Ley de Gravitación de Newton y responsable del peso de los
objetos– y la masa inercial –la que aparece en la Segunda Ley de Newton (F = m a) responsable de la aceleración en repuesta a una fuerza de
naturaleza cualquiera– sean iguales, aunque las tomamos como tales. Hay
experimentos que demuestran que tienen el mismo valor con una gran precisión,
pero no son estrictamente válidos. Si ambas masas fueran en realidad
proporcionales aunque distintas, nos proporcionarían el mismo valor por nuestra
forma de medirlas; bastaría cambiar el valor de la Constante de Gravitación
Universal, G, para hacerlas diferentes pero proporcionales. Lo que se hace es
asumir un principio de equivalencia
entre las masas gravitatoria e inercial para zanjar la cuestión. El
problema, sin embargo, no está resuelto y desde 2010 se realizan experimentos
para demostrar la no equivalencia a nivel cuántico.
No obstante lo anterior, sí que es
posible distinguir si el sistema está acelerado o sometido a la gravedad.
Analicemos los experimentos 1 y 2 del epígrafe anterior. Las observaciones de
ambos observadores serían las allí descritas si el campo gravitatorio fuera
estrictamente homogéneo, pero para ello se necesita una distribución de materia
que está muy lejos de ser real. En la Naturaleza los campos gravitatorios son
causados por la presencia de materia y cada distribución de materia da lugar a
una configuración específica de campo gravitatorio, en general inhomogénea.
Figura 1: Movimiento aparente de
objetos abandonados en un sistema de referencia en caída libre en un campo
gravitatorio.
Experimento
3: Como muestra la
figura 1, si la caída libre se produce en un planeta como la Tierra, observada
desde un SRI, los objetos describen una trayectoria vertical desde su posición
inicial que converge hacía el centro del planeta, por lo tanto, sus
trayectorias de caída libre no son paralelas. La observación desde el SRNI
mostraría a los objetos “flotar” a la altura a la que se abandonaron, pero los
vería acercarse horizontalmente, sin razón aparente, lo cual no ocurre si las
fuerzas gravitatorias han sido compensadas.
Figura 2: Trayectoria de objetos
abandonados en un sistema de referencia situado en reposo sobre un planeta con
gravedad a.
Figura 3: Trayectoria de objetos abandonados en un
sistema de referencia no inercial con aceleración a.
Experimento
4: Como muestran las
figuras 2 y 3 la trayectoria de los objetos en su caída en el sistema en reposo
sobre la superficie de un planeta son convergentes hacia su centro, mientras
que en una situación de aceleración del sistema, las trayectorias serían
paralelas.
Pero aún hay más, en un campo
gravitatorio no homogéneo la gravedad disminuye con la distancia a la masa
responsable de la fuerza, por consiguiente, si el sistema es muy grande “en
altura”, se producirá un efecto marea, es decir, las partes más cercanas a la
masa estarán sometidas a una gravedad mayor que las alejadas.
Figura 4: En la fila superior se
muestra la emisión de un rayo de luz en un instante de tiempo en tres sistemas
de referencia, la fila inferior ilustra el punto en que se proyectará el spot
luminoso en un instante posterior. Los SR son los siguientes: A y B SRI; C y D
SRNI con aceleración a; E y F
sistema en reposo en un planeta con gravedad a. Las curvas rojas indican las esferas o elipses de propagación de
la luz.
En resumen, un campo gravitatorio
constante es realmente una aproximación a pequeña escala, válida en una región
restringida cerca de la superficie de objetos grandes, como hacemos
habitualmente cuando nos movemos sobre la superficie terrestre.
Consecuentemente, si bien el Principio
de Equivalencia fue históricamente importante para formular la teoría de la
Relatividad General, solo es estrictamente válido en experimentos de pequeñas
dimensiones. Habrá que volver a enunciar el principio para hacerlo universal;
puede quedar de esta forma: Un
observador en caída libre en un campo gravitatorio no uniforme y constante es localmente
equivalente a un observador inercial en ausencia de gravedad. Además, un
observador en movimiento uniformemente acelerado es localmente equivalente a un
observador inercial en un campo gravitatorio uniforme y constante. Es imposible
determinar la diferencia entre las situaciones anteriores a base de
experimentos físicos.
La inclusión del término “localmente”
implica que la Relatividad General solo será válida en regiones pequeñas del
espacio, no pudiendo generalizar los resultados a sistemas muy grandes.
Una de las consecuencias más
llamativas del Principio de Equivalencia consiste en la curvatura de la trayectoria
de un rayo luminoso en presencia de un campo gravitatorio. Si localmente no
podemos realizar ningún experimento físico para determinar nuestra situación en
un sistema acelerado o en reposo en la superficie de un planeta, tampoco es
válido un experimento con un rayo de luz. Así, en una nave espacial que no
tenga referencias exteriores y que se mueva con aceleración a,
la luz deberá comportarse igual que si la nave se encuentra en reposo en un
planeta de gravedad a, siempre que se respete la condición de localidad. Si en un
instante t, en el sistema acelerado,
proyectamos horizontalmente un rayo de luz desde un lateral al de enfrente, las
ondas han de estar centradas en el punto en que el foco emisor se encontraba en
el instante inicial. Durante el tiempo que el rayo tarda en recorrer el camino,
la pared de la nave se habrá movido aceleradamente y el rayo impactará más
abajo, describiendo una trayectoria curva como muestra la figura 4D. Recordemos
que la velocidad de la luz no puede estar afectada por el movimiento del emisor
(véase el epígrafe 36.2). En el caso de la nave en reposo sobre un planeta, la
luz deberá describir la misma trayectoria curva ilustrada por la figura 4F para
cumplir el Principio de Equivalencia, en otras palabras, la luz “pesa” aunque
carezca de masa. La primera comprobación empírica de la Teoría de la Relatividad
General tuvo lugar durante los eclipses solares de 1919 y 1922, observando la
curvatura de la luz –al pasar cerca del Sol– procedente de una estrella lejana.
5 Conclusiones
Como consecuencia de esa “atracción
gravitatoria” de la luz, Einstein pensó que la gravedad podría no ser una
fuerza fundamental de la Naturaleza y que el dilema se resolvería si conseguía
encontrar las ecuaciones que dieran cuenta de los fenómenos gravitatorios como
resultado de que el espacio y el tiempo –íntimamente ligados a partir de la
relatividad especial (epígrafe 36.4) – se deformaban, curvándose, en presencia
de una masa. Así, la luz, que debe propagarse por el espacio, seguiría la trayectoria
que le marcara dicha curvatura. No obstante, la matemática de los espacios
curvos es muy complicada y las consecuencias son difíciles de predecir, sobre
todo porque apenas se han obtenido soluciones a las ecuaciones de Einstein. De
entre ellas las más notorias son:
-Explicación de la precesión anómala
del perihelio del planeta Mercurio (confirmada la coincidencia entre datos
reales y teóricos con una precisión de un 0,5%).
-Posible existencia de agujeros negros
(estos forman parte de los dogmas de fe de la Astrofísica, pero aún falta la
comprobación experimental).
-Atraso de los relojes en un campo
gravitatorio (a tener en cuenta en los relojes de los satélites del GPS,
fenómeno combinado con la dilatación temporal de la relatividad especial, véase
la ecuación 36-11 en el epígrafe 36.3).
-Alargamiento de las dimensiones de
los objetos en la dirección de la aceleración de la gravedad (sin comprobar).
-Disminución de la frecuencia de la
luz cuando se aleja de un objeto masivo (comprobado en 1959 por Pound y Rebka).
-Cambio de
la orientación de un giróscopo en rotación en presencia de un campo
gravitatorio (comprobado en mayo de 2011 por el satélite Gravity Probe B).
-Existencia
de las ondas gravitatorias (posible comprobación experimental en este mismo año
2016).
A pesar de su aparente éxito, la
Teoría de la Relatividad General, no es universalmente aceptada todavía. Hay
muchos aspectos oscuros, varias contradicciones y algunos científicos siguen
manteniendo la idea de que la gravedad es una fuerza fundamental y no una
consecuencia de la curvatura del espacio-tiempo. De hecho, las ondas
gravitacionales no son solo un resultado de las ecuaciones de Einstein, también
se obtienen, mediante unos sencillos cálculos, al aplicar al campo gravitatorio
las trasformaciones de Lorentz, las cuales proporcionan el cambio de sistema de
referencia en la relatividad especial. Entre las contradicciones destacan dos
por su evidencia.
En primer lugar, los agujeros negros
son una consecuencia matemática de las ecuaciones de Einstein, mas, en sus
proximidades, la localidad, elemento esencial del Principio de Equivalencia, se
viola. Efcetivamente, dada la intensidad de la gravitación en las proximidades
de uno de estos agujeros: 1) el efecto marea sería detectable a pequeñas
distancias; y 2) como el tamaño de estas singularidades es muy pequeño, los
efectos ilustrados por las figuras 1 y 2 serían muy acusados. Entonces, si el
Principio de Equivalencia no es válido, las ecuaciones de Einstein no son
aplicables en ese entorno y sus predicciones serían falsas.
En segundo lugar, si debido al límite
de velocidad impuesto por la relatividad especial, ninguna información puede
escapar de un agujero negro, ¿cómo se entiende que la masa almacenada en un uno
de ellos pueda ser detectada por los cuerpos que se encuentran a cualquier
distancia? Los puristas dicen que, al no ser una fuerza debida a una
interacción, sino a la deformación del espacio-tiempo, no existe tal problema;
pero la información no deja de ser información.
Julio
Gutiérrez Muñoz
Doctor en Física
Catedrático de Universidad de
Física Atómica, Molecular y Nuclear, jubilado.
Nacido en Madrid el año 1948, es catedrático jubilado del Área de Física Atómica Molecular y Nuclear de la Universidad de Alcalá, cátedra a la que accedió por oposición en 1981.
Licenciado en 1970 en Ciencias Físicas por la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense), se doctoró por la misma Universidad en enero de 1974, con una tesis sobre interacciones nucleares débiles.
Ha desempeñado otros puestos docentes en la Universidad Complutense como profesor ayudante y en la misma Universidad de Alcalá como profesor adjunto; durante estos casi 37 años dedicados exclusivamente a la institución alcalaína, en diferentes periodos ha realizado la coordinación de la asignatura de Física de COU, llegando a ser coordinador general del Distrito Universitario de la Comunidad de Madrid.
Su faceta investigadora, iniciada como becario de los laboratorios de la multinacional ITT en España, ha estado repartida entre el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC, España), el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS, Francia), la Junta de Energía Nuclear (hoy CIEMAT, España), el Centro Astronómico de Yebes (España), La Colaboración Internacional Pierre Auger Sur (Argentina) y la Universidad de Alcalá de Henares.
A nivel administrativo destacan su nombramiento como vicerrector de la Universidad de Alcalá desde 1984 a 1989, periodo durante el cual, como representante del sector universitario en el Ente Público Radiotelevisión Madrid, fue elegido presidente del Consejo Asesor de dicho organismo.
Autor de numerosos artículos de investigación en revistas internacionales y capítulos de libros editados por prestigiosas editoriales, es también conocido por ser el fundador en 1998,y su director durante más de diez años, de VivatAcademia, publicación mensual vicedecana de las revistas digitales universitarias españolas. Asimismo, su labor docente en Física ha llegado hasta los estudiantes de Humanidades y Ciencias Sociales, pues han sido muchos los alumnos de esos estudios matriculados en la asignatura de libre elección “Física sin Matemáticas” (hoy desaparecida a raíz de la implantación de los Grados), dedicada fundamentalmente a las licenciaturas en las que no figuraba la Física en sus planes de estudio.
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