lunes, 14 de octubre de 2024

NOBEL DE QUÍMICA 2024 - Martín Martínez-Ripoll

 
Sobre el premio Nobel 2024 en Química y su trascendencia



El Premio Nobel de Química 2024 fue otorgado a David Baker, Demis Hassabis y John Jumper por sus contribuciones revolucionarias en el estudio de la estructura de las proteínas mediante inteligencia artificial y técnicas computacionales avanzadas. Este reconocimiento se centra en dos logros clave: el diseño computacional de proteínas y la predicción de sus estructuras tridimensionales, ambos avances con un enorme impacto en biotecnología y medicina.

 

El desarrollo de los laureados no ha partido de cero.

Al margen del mérito de los laureados y de la indudable importancia de su aportación, es importante conocer que estos adelantos se han conseguido gracias al previo desarrollo de procedimientos científicos totalmente experimentales, y al acúmulo de información que durante décadas han generado tales herramientas, como la Resonancia Magnética Nuclear y muy específicamente por la aportada por la Cristalografía, es decir al uso de la interacción de los rayos X con los cristales, que ya desde principios del siglo XX comenzó a dar sus frutos aplicados a compuestos sencillos. Pero ha sido desde comienzos de la década de 1970 cuando la Cristalografía se empezó a aplicar a los cristales que se pueden obtener a partir de disoluciones de macromoléculas biológicas. La Cristalografía ha dado lugar hasta 29 Laureados Nobel desde principios del siglo XX y, hasta el día de hoy, al conocimiento experimental de la estructura de más de 225.000 macromoléculas biológicas.

 

Artículo completo en español (web IQF-CSIC)

Artículo completo en inglés (web IQF-CSIC)



M. Martínez-Ripoll
Prof. de Investigación Emérito del CSIC
Instituto de Química-Física “Blas Cabrera”
12 octubre 2024

viernes, 26 de enero de 2024

EN RECUERDO - José Manuel Grandela

 

EN RECUERDO

 


Texto de José Manuel Grandela

 

¿Os habéis percatado de la proximidad de las fechas en que ocurrieron estas tres tragedias?

El 27 de Enero de 1986 estaba yo desayunando en un hotel de Madrid con mi admirado amigo Michael E. López-Alegría, acompañado de su esposa Daria y su hijo Nicola, cuando Michael me dijo que si había caído en la cuenta de la fecha aniversario de la terrible muerte de los astronautas del Apollo 1 en 1967. Me confirmó que alrededor de esa fecha el ambiente en Houston y KSC era de tristeza año tras año. Ni Michael ni yo podíamos prever que al día siguiente nos sacudiría la tragedia del Challenger.

Michael se enteró al llegar al aeropuerto de Nueva York, y ver a la gente arremolinada delante de un televisor. Yo lo viví en la Estación Espacial de Madrid, atendiendo el control de vuelo STS-51L, pero sin recibir la esperada señal del transbordador tras cruzar el Atlántico hacia España. Cuando anunciamos a Houston que no veíamos la señal del Challenger, su contestación fue lapidaria con voz muy grave: “There is a major contingency”. Alguien de fuera de la sala de operaciones vino a decirnos que todas las televisiones hablaban de la explosión del Challenger y nosotros esperándole con la antena apuntando al horizonte por donde debía haber aparecido.

Como no quiero extenderme más, porque es muy penoso, dejaré para otra ocasión la vivencia de la reentrada en la atmósfera del Columbia, pero que casi ocurrió en la misma fecha de las dos tragedias que la precedieron.

En fin, ciertos recuerdos no se olvidan nunca.