domingo, 14 de abril de 2019

Quarks, leptones y sus interacciones - Ángel M. Uranga Urteaga

Quarks, leptones y sus interacciones: ¿cuáles son los componentes fundamentales de la materia?
(Por Ángel M. Uranga Urteaga)



La sencilla pregunta “¿de qué están hechas las cosas?” ha constituido, desde los primeros filósofos griegos, uno de los motores principales del pensamiento racional de la Humanidad. Hoy día, la respuesta científica a esta pregunta nos sumerge en la física de partículas, que explora las leyes cuánticas de la naturaleza a las escala de longitud más pequeñas accesibles experimentalmente, aproximadamente 10-18 metros.

          A nuestra escala cotidiana, de metros o centímetros, las sustancias materiales que nos rodean parecen un continuo. Pero descendiendo a escalas del Amstrong (10-10 metros), se observa que los objetos están compuestos de moléculas, estados ligados de átomos. Un resultado fascinante de la ciencia del siglo XIX es la  comprensión de que toda la materia conocida se reduce a combinaciones de aproximadamente cien tipos de objeto, los átomos de la tabla de Mendeléyev, cuyas regularidades además codifican las propiedades químicas de los elementos correspondientes. Hoy día sabemos que estos átomos no son elementales, indivisibles, sino que están compuestos de electrones con carga eléctrica negativa, que orbitan alrededor de un núcleo cargado positivamente, muy masivo y de tamaño extremadamente diminuto, unos 10-15 metros. Es más, mientras que los electrones sí que parecen elementales (hasta la escala de distancias que ha sido posible comprobar experimentalmente), los núcleos están compuestos de protones y neutrones, con masas aproximadamente iguales, pero con cargas positiva y neutra, respectivamente. A su vez, los protones y neutrones tampoco son elementales, sino que están compuestos de tres partículas, los quarks, que sí parecen ser elementales (hasta donde ha sido posible comprobar experimentalmente). Las propiedades de protones y neutrones son consecuencia de las de sus quarks componentes. Por ejemplo, la carga eléctrica de valor +1 (en unidades adecuadas) de un protón, proviene de que está compuesto de dos quarks de tipo “up” (con carga eléctrica +2/3 cada uno) y un quark de tipo “down” (con carga -1/3); mientras que la carga nula de un neutrón, se sigue de que está compuesto de un quark de tipo “up” y dos quarks de tipo “down”. Además de por su carga eléctrica fraccionaria, los quarks son partículas peculiares por otros motivos: no existen como partículas libres, sino que necesariamente están confinadas en estados ligados por la interacción de color, que describiremos más adelante.

          Por tanto, la materia ordinaria está compuesta de quarks “up”, “down” y electrones. Además, están los neutrinos (concretamente los de tipo electrónico), que son partículas prácticamente sin masa y que interactúan muy poco intensamente con cualquier otra, por lo que no son componentes de los átomos y objetos ordinarios. Sin embargo, están muy relacionados con las partículas anteriores: un quark down puede transformarse en un quark up emitiendo un positrón (antipartícula del electrón) y un neutrino. Este proceso está mediado por la interacción débil, que describiremos más adelante.

          Los quarks up y down, el electrón y el neutrino electrónico conforman la denominada primera familia de partículas elementales, que componen toda la materia ordinaria que nos rodea. Sorprendentemente, existen otras dos familias de partículas elementales, con una estructura muy similar: la segunda familia contiene dos quarks, denominados de tipo “charm” y “strange” (con cargas eléctricas +2/3 y -1/3, respectivamente, y con interacciones de color), y dos “leptones”: una partícula cargada negativamente denominada el muón (similar al electrón, pero más pesado), y un neutrino muónico con masa casi nula. La tercera familia contiene dos quarks, de tipo “top” y “bottom”, y dos leptones: la partícula tau, cargada negativamente, y el neutrino tauónico. La estructura de cargas e interacciones de la segunda y tercera familia sigue el mismo patrón que la primera, y solo se distinguen en que las masas de sus partículas son mayores. Esto implica que las partículas de la segunda y tercera familias son inestables y se desintegran en una fracción de segundo en partículas de la primera familia. Por tanto, las partículas de las dos familias adicionales no forman parte de la materia estable: para cuando se unen en un estado ligado, como por ejemplo un “átomo de la segunda familia”, se desintegran en partículas de la primera familia, resultando en un átomo ordinario.

          No se conoce ninguna razón fundamental por la que deban existir precisamente tres familias, es un hecho experimental sin explicación teórica conocida. De hecho, sería concebible que existieran más familias, aunque en ese caso algunas de sus propiedades deberían ser distintas: por ejemplo, la masa de los neutrinos correspondientes debería ser extremadamente alta, ya que el estudio de la desintegración del bosón Z (ver más adelante) en el CERN, Ginebra, Suiza, impone cotas muy fuertes al respecto. Este tipo de datos experimentales apoyan la hipótesis más sencilla de que el número de familias de quarks y leptones es exactamente tres.

          Las partículas de materia, los quarks y leptones que hemos descrito, se manifiestan como elementales a las escalas accesibles experimentalmente. Esto no quiere decir que no estén compuestas de otras partículas más pequeñas, pero si sucede, debería ocurrir a una escala de distancia menor que la explorada, 10-18 metros.

          Para entender cómo las partículas forman estructuras y componen los objetos, es necesario describir sus interacciones. Un enorme éxito de la física ha sido reducir todas las fuerzas de la naturaleza a cuatro interacciones fundamentales, que actúan sobre las partículas elementales. Son la gravedad, la fuerza electromagnética, la interacción fuerte (o de color) y la interacción débil. La gravedad actúa sobre todas las partículas y es siempre atractiva; a nivel de partículas elementales es increíblemente menos intensa que las demás interacciones, pero es acumulativa, por lo que domina la dinámica en el mundo macroscópico. El electromagnetismo describe todos los fenómenos eléctricos y magnéticos, incluida la luz, y en concreto es la interacción que permite a los núcleos y electrones formar átomos, y de forma residual a los átomos formar moléculas mediante el enlace químico. La interacción fuerte es la que mantiene a los quarks unidos formando protones y neutrones, y de forma residual une a éstos en los núcleos atómicos; opera solo a escalas comparables al radio de un protón, 10-15 metros. La interacción débil es menos intensa que la fuerte o la electromagnética, pero es especial por ser la única interacción que transforma el tipo de partículas que participan en una interacción (como advertimos anteriormente, en la desintegración de un quark down en un up, un positrón y un neutrino); esto es esencial para las reacciones en el corazón de las estrellas en las que núcleos de hidrógeno (protones) se fusionan y forman núcleos de helio (formados de dos protones y dos neutrones, producidos por la transmutación de protones mediante la interacción débil), emitiendo luz y calor, y , en el caso del Sol, posibilitando la vida en la Tierra.

          En el contexto de la física cuántica que rige el comportamiento en esas escalas microscópicas, cada interacción tiene una partícula de fuerza asociada, el “cuanto” del campo correspondiente. La interacción electromagnética tiene asociada una partícula, denominada el fotón, sin masa, que interactúa con las partículas cargadas. La interacción fuerte tiene asociadas ocho partículas denominadas gluones, sin masa, que interactúan con los quarks a través de un nuevo tipo de carga, denominado “color”, que toma tres posibles valores. La interacción de color es casi nula a muy cortas distancias, pero extremadamente intensa a distancias mayores que el radio de un protón, por lo que cualquier partícula con carga de color está confinada en estados ligados: mesones, que son combinaciones de quarks y antiquarks, o bariones (como el protón y el neutrón), que son combinaciones de tres quarks con los tres colores posibles). Por ello, no es posible observar quarks aislados, solo como componentes de estados ligados. Sin embargo, la existencia física de los quarks está completamente establecida, ya que se comportan como partículas esencialmente libres a distancias muy cortas, como se ha comprobado en experimentos de dispersión inelástica profunda (Deep Inelastic Scattering). La interacción débil tiene como mediadoras tres partículas, denominadas bosón Z y bosones W. Estas partículas de interacción son enormemente masivas, del orden de 90 veces la masa de un protón. Esta enorme masa es la razón última de la aparente debilidad de la interacción débil: a bajas energías, la probabilidad cuántica de crear un mediador tan masivo es muy pequeña, lo que resulta en una interacción muy poco intensa. A las altas energías accesibles en los aceleradores de partículas actuales, sin embargo, los bosones Z y W se producen copiosamente, y la interacción débil es tan intensa como la electromagnética (y de hecho, ambas quedan descritas en un marco unificado conocido como interacción electrodébil).

          Las masas de los bosones Z y W, y más en general las de las partículas elementales, están conectadas con un nuevo fenómeno, asociado con el bosón de Higgs, el último ingrediente (por el momento) en la física de partículas. En el contexto de la Teoría Especial de la Relatividad, cualquier tipo de masa corresponde a una energía interna asociada a la partícula. Por ejemplo, la masa del protón corresponde en un 99% a la energía de los campos de color creados entre los quarks que lo componen. Sin embargo ¿qué tipo de energía interna podría corresponder a una partícula elemental, no compuesta? La respuesta radica en el campo de Higgs, una magnitud que llena el espacio vacío de forma homogénea, y que se acopla a cada partícula con una intensidad diferente. Este acoplamiento contribuye a la energía interna de la partícula, de modo que se refleja en una inercia ante el cambio de movimiento, una masa. La masa de una partícula elemental es simplemente una medida de su acoplamiento con el campo de Higgs. La hipótesis del campo de Higgs predice la existencia de una nueva partícula, el cuanto del campo de Higgs, que recibe el nombre de bosón de Higgs. Esta partícula fue descubierta en el colisionador LHC del CERN, Ginebra, Suiza, confirmado la hipótesis del campo de Higgs, y su papel en la explicación de las masas de las partículas elementales. Y enseñándonos una muy importante lección de profundas implicaciones: el vacío no es la nada.

          Las partículas de materia (las tres familias de quarks y leptones), las partículas de interacción (fotón, gluones, y bosones Z y W), y el bosón de Higgs, constituyen el Modelo Estándar (ME), la teoría que actualmente describe los constituyentes últimos de la materia y sus interacciones. Se trata de un logro excepcional para la especie humana, una construcción conceptual que explica todos los fenómenos naturales desde las escalas macroscópicas hasta las efervescentes fluctuaciones en el interior de los protones dentro de los núcleos de los átomos.

          Sin embargo, existe en la comunidad científica una fuerte sensación de que la naturaleza se reserva nuevos ases en la manga, y que los próximos años pueden revelar nuevos tipos de partículas elementales, e incluso nuevos principios sobre su dinámica, más allá del ME. El estudio del cosmos nos revela que la mayor parte de la materia del universo no corresponde a las partículas del ME, sino a un nuevo tipo de partícula que no emite luz y que constituye un fluido cósmico conocido como materia oscura. Las peculiares propiedades del bosón de Higgs sugieren la necesidad de nueva física a escalas alcanzables por el colisionador LHC en los próximos años, en forma de partículas supersimétricas, o de subestructura interna del Higgs, los quarks y/o los leptones. La pequeñísima, pero no nula, masa de los neutrinos observados parece requerir explicaciones que implican nuevos tipos de neutrinos super-masivos y aún por descubrir. Finalmente, el lector atento habrá observado que no hemos mencionado la hipotética partícula de interacción del campo gravitatorio, el gravitón, que aún no ha sido observado experimentalmente. No obstante, la reciente detección de ondas gravitacionales de origen astrofísico por la colaboración LIGO, así como el estudio de la polarización de tipo B del fondo cósmico de radiación de microondas, prometen una mejor comprensión del campo gravitatorio en el futuro. Estos y muchos otros indicios apuntan a que nos estamos asomando a una nueva frontera en la comprensión de las leyes fundamentales del universo.


Ángel M. Uranga Urteaga
Doctor en Física Teórica.
Profesor  de Investigación, Instituto de Física Teórica CSIC.








Realizó su licenciatura en la Universidad del País vasco y la Universidad Autónoma de Madrid, donde posteriormente se doctoró en 1997. Después de estancias postdoctorales en el Instituto de estudios Avanzados de Princeton y en CERN, se incorporó a la Universidad Autónoma de Madrid en 2001 y al CSIC en 2002, donde permanece como miembro del Instituto de Física Teórica (IFT) UAM-CSIC, del que ha sido director.

Sus investigaciones se centran en la Teoría de Cuerdas, especialmente en la construcción de modelos de compactificación que reproducen el Modelo Estandar de Partículas Elementales. Es coautor del libro "String theory and particle physics: an introduction to string phenomenology" publicado en Cambridge University Press.

Compagina esta actividad con su faceta divulgadora, especialmente la organización desde 2013 del ciclo de conferencias de Física Fundamental del IFT en colaboración con la Residencia de Estudiantes.

ConCiencia: Una cuestión de tiempo.
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